Como siempre las hermosas mañanas soleadas y frescas de este encantador municipio de Jericó, Antioquia, se entrelazan para crear en el ambiente nuevas expectativas donde todo puede pasar, hasta tener una cita para hablar de poesía.
Crónica: Entrevista con Manuela Ramírez
Por: Faidiver Durango Durango
Me dirijo al Centro de Historia de Jericó, un lugar que embruja con la genialidad de sus paredes antiguas con tejas rojas y es que no podía ser moderno, no había cabida para tal irrespeto. Allí, a las 10 de la mañana, me esperaba Manuela Ramírez, una joven poeta de 22 años y presidenta del colectivo Ake-Narre, que aglutina a los jóvenes poetas de este bucólico municipio.
Al entrar al centro, mis ojos se van a la belleza de sus antiguas fotografías, objetos históricos y libros que parecían tener vida propia. Es un sitio que respiraba cultura y que, sin duda, era el escenario perfecto para esta entrevista con Manuela. Mis ojos recorren cada rincón, admirando la manera en que el pasado y el presente se entrelazaban en aquel espacio.
Finalmente, diviso a Manuela y me cautiva sus mechones ensortijados negros como queriendo ser brillantes crepúsculos que me hacen pensar en adjetivos impolutos frente al encuentro de sus enormes ojos verdes que encandilan con la proximidad de sus versos. Su rostro reflejaba una mezcla de emoción y serenidad mientras que en sus manos sostenía algunas hojas que suponía eran sus poemas guardados en sus dedos con magistral fuerza, creo que protegiéndolos de mi infinita curiosidad.
Manuela, irradia en si la pasión por la literatura como era de esperar de una joven poeta que a sus pocos 4 lustros de vida habla de versos con voz, suave, melodiosa. Ella estaba cargada de un profundo amor por la palabra. Se sentía honrada de representar a los jóvenes poetas de Jericó y de ser concejal de juventudes en este hermoso lugar.
La entrevista comienza y cada pregunta que le planteaba parecía encender una llama en su interior. Sus ojos brillaban con intensidad mientras hablaba sobre su pasión por las letras y de cómo descubre su primer verso.
Con orgullo, mencionó que había nacido en la calle de los poetas, una coincidencia que ella consideraba un destino en su camino literario. Desde muy joven, había sentido la necesidad de expresarse a través de la escritura y había encontrado en Jericó un lugar que la inspiraba día a día. La riqueza cultural y la historia del municipio se fusionaban con su propia creatividad, alimentando su imaginación y enriqueciendo sus poemas.
Además de su pasión por esa desconocida fuerza interior de escribir versos. Manuela me habla de una noble ambición: llegar a ser Ministra de Cultura. Sueña con un país en el que la literatura y el arte fueran valorados y promovidos, especialmente entre los jóvenes. Está convencida de que la cultura tiene el poder de transformar vidas y de construir un futuro mejor.
Era evidente que su deseo de fomentar la literatura y las artes era genuino y arraigado en su ser. Cada palabra que pronunciaba resonaba en el aire. Su voz, llena de convicción, se elevaba en el espacio, como un eco de las palabras escritas por los grandes poetas que habían dejado huella en Jericó a lo largo de los años y ahí en ese lugar de versos pasados ella recuerda a Dona Oliva Sossa de Jaramillo y sus sentidos sonetos queriendo ser como su pluma y sonando con algún día ser oleo en la pinacoteca de aquel noble lugar.
Mientras la entrevista avanzaba, el sol continuaba iluminando el centro de historia de Jericó, filtrándose a través de los ventanales y creando un juego de luces y sombras sobre los objetos históricos que decoraban la sala. Era como si el propio lugar celebrara la presencia de Manuela y su amor por el arte de escribir, envolviéndola en una atmósfera mágica.
La conversación se adentró en los desafíos que enfrentaba como concejal de juventudes y como líder de su colectivo poético. Habló de la importancia de promover espacios de expresión artística y de generar oportunidades para que los jóvenes poetas pudieran compartir sus obras con la comunidad. Su entusiasmo y determinación eran palpables, y era evidente que su labor como concejal y presidenta del colectivo Ake Narre estaba dejando una huella en Jericó.
Al despedirme de Manuela, me sentí afortunado de haber compartido un momento con alguien tan apasionado y comprometido con su arte. Su mirada brillante profunda y adornada con el color verde de sus pupilas y con su voz llena de emoción permanecerán en mi memoria como un recordatorio de la importancia de este Jericó que ha parido tanta cultura.
En este Jericó, con su encanto histórico y su genialidad palpable y el centro de historia como testigo, se habían convertido en el escenario perfecto para esta entrevista con Manuela Ramírez. Y mientras salía del edificio, rodeado de la calma de una mañana soleada y fresca, supe que el legado de los poetas de Jericó continuaría vivo a través de jóvenes talentosos como ella, dispuestos a escribir nuevas páginas en la historia literaria de este maravilloso municipio.