Como la notas cortas de viaje, como las de un cuaderno, de una bitácora, este es un apunte sobre Guadalajara de Buga en el Valle del Cauca.
Por Lizeth Morelos
Sube tres cuadras, a mano derecha voltea, de ahí sube tres cuadras más y apenas vea una ventana medio abierta, queda de ahí a dos cuadras más… Si a usted le están dando estas indicaciones quiere decir que usted ha llegado a Guadalajara de Buga, una ciudad adornada por casas antiguas que tiene historias en cada esquina y un interesante pasado por contar. Muchos la conocen porque han ido a pedirle al milagroso algún favor o han escuchado decir “voy a ir a cumplir una penitencia a Buga”; pero, ¿realmente conocemos qué hay más allá del turismo religioso?
Yo no conocía Buga y debo aceptar que la única referencia que tenía de esta ciudad era la basílica. Pero al llegar y ver este paraíso que sobrevivió a un terremoto en el año de 1977 y a una toma guerrillera en una de sus veredas por el frente 5 de las Farc me hizo sentir admiración por cada calle que cruza esta gran ciudad, escuchar cómo con orgullo reviven las anécdotas de sus fundadores, me puso a pensar que los bugueños aman cada pedacito y rincón que los representa.
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“El bobo amarrado al papayo”: sobre esta expresión cuentan que las familias adineradas de la época, para no perder su pureza y riquezas, se casaban entre ellos mismos; esto generó que los descendientes nacieran con problemas genéticos y a algunos, dicen, tocaba amarrarlos a un papayo por tener problemas de conducta agresiva. Así como esta expresión se escuchan otras como “La dirección bugueña”, que la mencionamos al inicio de este texto y “El paseo bugueño”, conocida por aludir a reuniones donde las mujeres van por un lado y los hombres por otro.
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Su gastronomía busca que las familias se reúnan en la mesa a compartir una deliciosa chuleta que le da la vuelta a la bandeja, acompañada de papas fritas y arroz por montó, se invita a repetir y se demuestra que donde come uno comen tres con un sabor que es representativo de Guadalajara.
Tesoros escondidos como la Casa Lago El Manantial ubicada en la vereda Alaska, te hacen soñar y querer volver y permanecer en este lugar, donde Don José construyó su casa encima del agua cristalina en una estancia acompañada de silencio, recibiendo a propios y visitantes que deseen dejarse envolver por la magia y calma que irradian así se mire de lejos.
Esta es Guadalajara de Buga, la ciudad señora, la que sueña, la orgullosa esa que todos los días trata de ser mejor y mostrarle al mundo su majestuosidad.