El Duomo de Florencia
Crónica de Viaje
Por: Faidiver Durango Durango
Pensar que iba a conocer la ciudad de las luces, y no me refiero a París, sino a Florencia, Italia, la ciudad donde el “Siglo de las Luces” explotó en conocimiento y arte, me hacía sentir algo irreal, como si me fuese a encontrar con vivencias mitológicas que solo estaban en mi mente, fruto de la lectura y pasión por esos años del Renacimiento. Pensaba en cómo sería mi encuentro con el Duomo de Brunelleschi o con el David de Michelangelo; era una dulce ansiedad que ya me había situado en la ciudad eterna, en la estación Roma Termini, donde un tren aguardaba por mí en mi última travesía hacia mi cita pactada con la vida.
Poco a poco, el rápido tren inició su marcha, y Roma, con su imperio, iba quedando atrás. En muy corto tiempo, me adentraba a la Campiña de la Toscana, donde delicadas colinas y suaves praderas se confunden con poblados diminutos. Allí se mezclan antiguas abadías y antiquísimos prioratos que me llevaban poco a poco a ser parte de esa Edad Media que se quedó anquilosada en sus viejas ruinas. Geranios se ven adornando vetustas paredes medievales, rincones inmortales, quizás olvidados por la premura y la velocidad del viaje, y que van creando la necesidad imperiosa de volver con paso lento a recoger recuerdos e historias con sabor a vino y a trufa, en verdes y ondulados campos cubiertos de la vid jugosa, en parches impregnados de tonos verdes y amarillos, en mares de girasoles, de olivos irreverentes, con una cálida bruma que te hace iniciar un suspiro.
Sin sentir que el tiempo estaba entrando a Florencia, me palpitaba el corazón, la respiración era más acelerada, mis ojos altivos y en alerta para ver el Duomo a lo lejos. Pero no, aún el destino no daba respuesta al encuentro. Había llegado a la Terminal de Firenze; mi hospedaje estaba cerca. Sería en una edificación que data del año 1300 con innumerables modificaciones, pero con la fama de que dormiría cobijado por cientos de años.
Mis primeros pasos en Florencia me permitieron atravesar la Piazza di Santa María Novella con la imponencia de su basílica gótica y su mármol verde y blanco de estilo renacentista. Alrededor, pequeños edificios entrelazados con líneas que desvirtúan la perspectiva. Esa primera ruta me acercaba al río Arno, cómplice del Ponte Vecchio, el puente medieval más famoso de Florencia, donde transcurría la vida comercial en la Edad Media, saturado de carniceros y expulsados después para darle la bienvenida a los orfebres que desde el inicio del Renacimiento hasta hoy continúan con su actividad económica. Por su corredor Varsoviano, Cosimo I de Medici lo atravesaba desde el Palazzo Pitti hasta el Palazzo Vecchio. Me detuve en la mitad del Puente a la Carraia; al fondo estaba el Ponte Vecchio esperando que lo atravesara. No era solo leer la historia; había que estar ahí para sentir y poder describir su belleza y su particular magia.
Había llegado muy pronto a donde pernoctaría, un edificio achacoso y senil en una vejez perpetua, con unas escaleras no formales de peldaños arrogantes en su forma, pero que cumplían su imperiosa función. Descargué mi equipaje, descubrí mi palacete minúsculo, pero terriblemente bello como todo en Florencia. Tomé aire y me preparé para ir tras mi cita, ese encuentro soñado con el Duomo. Salí y me encontré con estrechas callejuelas que me dejaban sin aliento; cada punto fijo era perfecto, sublime, con la romántica luz del ocaso. Firenze y su magnificencia se reflejaban en cada lugar; en cada paso que daba, era un recorrer de historias de personajes que dieron a su nombre la importancia que la humanidad enaltece. Su florecer en el arte y en el conocimiento me daba la sensación de que al voltear una esquina pudiera identificar a Leonardo Da Vinci, impoluto en sus ideas e inventos; muy seguramente, por donde caminé, él transcurrió con su larga barba y su cabello blanco, como la historia no lo ha presentado.
Me imagino como habitante de esa época, caminando por las calles de Florencia y saludando a Miguel Ángel Buonarroti, quizás conversando con Donatello, discutiendo si realmente el fin justifica los medios con Maquiavelo, mucho antes analizando la Divina Comedia con Dante Alighieri, en una tertulia con Rafael, con Vasari, con Giotto, o quizás persiguiendo a Filippo Brunelleschi para entender cómo construyó el Duomo.
Estar en Florencia es entender que dormirás en el mayor museo del pensamiento creativo de la humanidad. Es comprender el momento exacto donde el hombre dejó de pensar en la teología que dominaba la Edad Media, en ese oscurantismo cristiano de los monasterios, y descubrir la belleza del género humano en su desnudez, en su perfección. Aquí, Dios y el hombre se enfrentan con teorías creadas por el mismo hombre, pero esa lucha la gana inicialmente la Santa Inquisición ante la abjuración de Galileo Galilei, que pese a su humillación, nos deja la herencia de la verdad comprobable y lo hace ganador de esa batalla 359 años después, cuando Juan Pablo II pide perdón por la condena injusta de Galileo por afirmar que la tierra giraba alrededor del sol. Por tanto, en mi camino a mi encuentro, recordaba su famosa frase “Y sin embargo, se mueve”.
Y así como el universo se movía en la mente de Galileo, mi espíritu viajaba en todas las direcciones. Estaba a metros del museo de la Academia, donde está el David de Miguel Ángel con sus formas perfectas, con la exactitud y precisión del cincel donde, absorto, imagino cómo hizo Miguel Ángel para tallar el mármol debajo de la piel de su David y encontrar sus venas, músculos y tendones que nos dejan perplejos ante tanta perfección.
La noche me arropaba con sutiles lámparas de calles que inspiran poemas bucólicos, con versos de ventanas, con portones que riman con cada color de sus envejecidas fachadas. Hasta llegar a una esquina que me permitía ver una pared de rasgos verdes y blancos. La identifiqué perfectamente como si la conociera de siempre. Aceleré mi paso, miraba hacia arriba, pero los edificios escalados por balcones no me dejaban ver. Sabía que había llegado el momento; estaba a unos metros de una esquina con un farol como testigo que iluminaría mi encuentro. Seguí apresurado y, alcanzando el farol, mis ojos se elevaron, y ahí estaba, resignado a mi contemplación.
Ante mí tenía El Duomo, el mayor hito de la ingeniería actual, para mí el más grande suceso de la arquitectura renacentista: el milagro de Filippo Brunelleschi, una idea de ladrillo y mortero, una respuesta a un mundo viejo que indicaba que El Renacimiento había llegado. Ya no eran fotos en una enciclopedia, ni videos de documentales, ni cuentos, ni leyendas. Ahí estaba, adornando la catedral de Santa María del Fiore. Fui acercándome y tímidamente toqué sus muros; me impregné de los sueños que se cumplen cuando viajamos y dejamos que los sentidos despierten ante la tranquilidad de la belleza.
Perplejo, enmudecido, con lágrimas rodando y contemplando más de 4 millones de ladrillos y un peso de 40 mil toneladas, entendí que la vida me premiaba con ver una de las obras más perfectas, símbolo de una era, fruto de la creatividad y quizás de la mágica relación Dios-Hombre en la tierra.
Le dirán de Cuba
El espacio entre lo que se espera de un lugar desconocido y lo que realmente existe es enorme. Acá un paralelo de lo que se piensa que es Cuba y su realidad apretada, asombrosa y tan distinta a todo lo demás.
Por Andrea Uribe Yepes
Fotografrías: Santiago Vélez
Le van a decir que está detenida en el tiempo y que esto se va a hacer palpable en las paredes de los edificios que se debaten entre el desgaste y la suciedad, en los muebles de madera golpeada, carcomida y nunca restaurada que se ven a través de las puertas casi siempre abiertas de las casas, en los vidrios de las vitrinas que tienen una tonalidad mate propia de algo que ha recibido mucho polvo y que, en igual proporción, se ha limpiado y en ese roce ha perdido el brillo. Le van a asegurar que va a ver ese otro tiempo en los carros parqueados frente al Hotel Inglaterra en La Habana Vieja y se va a escuchar en el bus que rechina. Recordará el sonido de las cosas que crujen porque ya han sobrevivido demasiado tiempo, recordará todo lo viejo que ha visto en su vida y pensará que lo va a encontrar ahí.
También le trazarán un recorrido: La Habana, Cienfuegos, Trinidad, Varadero y, si hay tiempo, mucho tiempo, Santiago de Cuba. La Habana será precioso, Cienfuegos estará bien, Trinidad será complaciente y luego sabrá que pudo haber no ido a Varadero, que allí solamente hay hoteles repletos de personas que compran paquetes turísticos todo incluido, hasta el hastío. Querrá más días en La Habana porque sentirá que le faltó ver cosas pero nunca sabrá si será cierto, porque lo más seguro es que nunca vuelva.
Le harán un menú.
El impuesto por Ernest Hemingway: un mojito en La Bodeguita del medio y un daikiri en La Floridita.
Le harán otro menú.
El impuesto por los cubanos: moros y cristianos (frijoles negros y arroz blanco), ropa vieja, cerdo.
Se decepcionará. Pensará que en cada esquina habrá agrupaciones tocando son cubano o salsa pero no será cierto. Verá que para conmoverse, para escuchar algo que diga así: “El cariño que te tengo, no te lo puedo negar” tendrá que rebuscar algún bar o restaurante con música en vivo y no será fácil. Sobre todo, si va en una época en la cual la Fábrica de Arte de Cubano no esté funcionando. En el único lugar donde no habrá problema encontrando la fiesta es en Trinidad, porque a las 11 de la noche verá a todos los que visten más ligero caminar hacia unas callecitas empinadas que desembocan en una cueva convertida en discoteca. Allí tampoco sonará música cubana porque la sobreponen el reggaetón, los one hit wonders y hasta la importada guaracha.
No le van a decir que hay gatos y perros sin dueño en todas las calles que recorra. Más en La Habana. No sabrá de dónde sacan la comida, ni el agua para beber, ni si algún día alguien les atenderá los males que se les nota –a algunos– en la piel. Pero sí verá a los gatos trepar las rejas con sus patas y colas de ninja y a los perros dormir a cualquier hora y pasear con lentitud en busca del sol.
No le van a decir que el lugar que se quedará más pegado en su memoria será la Universidad de La Habana, una asamblea de edificios estilo neoclásico de colores pastel rosa, amarillo y naranja. Entrará rápido por una puerta chiquitita con temor a que alguien le diga que no puede ingresar, pero nadie lo va a detener. Recorrerá los edificios, encontrará similitudes entre los programas de aquí y de allá –las mismas materias de derecho, por ejemplo– y terminará el recorrido viendo una esfinge de Alma Máter seguida de unas de escaleras largas altísimas que acogieron siempre la revolución.
Verá:
La fila del pan.
La fila para comprar las tarjetas de internet.
La fila de la carnicería.
La fila para comprar una helado en Coppelia.
La fila en la farmacia.
La fila para comprar merengues caseros en la calle.
Notará, en cualquier contacto que tenga con cubanos, que gozan de una dignidad distinta: entre lo dulce y lo altivo, pero siempre segura. No le dirán tampoco, que serán amables y a veces no entenderá por qué. Porque no pidieron nada, pero lo acompañaron hasta el lugar a donde iba, le contaron historias y le explicaron el camino de regreso.
Únicamente una vez se adentre los suficiente en la Habana Vieja observará esas partes que sí están restauradas, pero solo para el turista, pues es allí donde están los museos de arte de arte mural, del cacao, de cerámica (varios), donde están las galerías, las tiendas especializadas en habanos, en abanicos, en ron Havana Club. Al lado de todo esto, en lo que parece ser un parqueadero, verá una feria de libros, discos y chécheres. Verá las primeras ediciones de clásicos cubanos como Paradiso de José Lezama Lima o El reino de este mundo de Alejo Carpentier. Comprará estampillas, pines soviéticos, un libro escrito por Fidel Castro sobre uno de los procesos de paz fallidos en Colombia, un disco que le encargaron de Bola de Nieve.
A pesar de no disfrutar mucho su estancia en Varadero sabrá que será difícil encontrar una playa más bella. Se sorprenderá con esos pedazos donde el mar se queda un poco atrás y la arena le hace fuerza a las olas y forman una pequeña bahía a la inversa. Le parecerá que nunca vió tanto mar y que allí conoció azules nuevos para su colección cromática. Cuando esté en Varadero tratará de buscar similitudes con la playa de Santa María que visitó en La Habana días antes, y entre los colores, la amplitud y la compañía se le caerá el estigma que tenía antes: que todas las playas son iguales.
Contará los atardeceres que puede ver completos. Desde que la luz del sol –que ya no calienta– es tan intensa que no deja verse sin gafas oscuras, hasta cuando ya solo hay un semicírculo, hasta que el mar o lo que sea que vea al fondo se traga el último rayo de luz.
Atardecer número 1: Cienfuegos. Sentados en la terraza del Palacio de Valle. En la mesa había mojitos. Se quedó hasta el final.
Atardecer número 2: Trinidad. Se separó del grupo y le tocó treparse a un muro para verlo. En el cielo había tonos rosados.
Atardecer número 3: lo olvidará.
Olvidará otras cosas también. El olor de las calles, casi todo lo que pasó en los días que no estuvieron soleados, cuál fue el mejor mojito y la peor comida. Pero cuando le pregunten, porque le van a preguntar, si quiere volver algún día, su respuesta saldrá balbuceada. Porque dirá que no, que ya estuvo, que ya lo conoció, pero vendrán los recuerdos, las imágenes que sí se fijaron en la memoria y sentirá una nostalgia chiquita y de ahí vendrá la duda.
Jericó | Un rincón mágico
Jericó es un municipio del suroeste antioqueño en el que todo merece ser visto con atención. Las calles aún conservan algunas casas de la arquitectura de la colonización antioqueña de montaña con estructuras que preservan los zaguanes, los patios centrales de baldosas de colores, los corredores, las alcobas intercomunicadas y los balcones semi redondos.
Además, posee gran área de zonas veredales en las que es posible encontrar tanto fincas que practican la agricultura de café, aguacate, gulupa y tomate, así como espacios que albergan una gran diversidad de flora y fauna.
Este municipio es cuna del guarniel o carriel, una de las artesanías más relevantes para su cultura por su manufactura especializada, compleja y autóctona.
Rutas desde Medellín
Hotel Atenas Jericó | Calle 8 No. 2-80
Ubicado a una cuadra del parque principal y diagonal a la casa natal de la Santa Madre Laura, el Hotel Atenas Jericó ofrece un ambiente de amabilidad y regocijo. La buena adecuación lo convierten en un lugar cómodo y con excelentes instalaciones de estilo rustico y contemporáneo. Este hotel le proporcionará un perfecto punto de partida para explorar el centro histórico del municipio, con sus sitios de interés, monumentos, calles comerciales y culturales más importantes cerca a usted.
El Despertar Hotel | Carrera 6 No. 8-29
Este es un hotel boutique de descanso en Jericó, mirando al valle del río Piedras. Está ubicado en una zona tranquila del casco urbano de Jericó. Es fruto de la reconstrucción completa de dos casas antiguas conjugando los ambientes tradicionales antioqueños con los espacios amplios de la arquitectura moderna.
Hotel Casa Grande| Calle 7 No. 5-54
Este Hotel de Jerico está ubicado a una cuadra del parque principal. Es un lugar colonial, cómodo y tranquilo, con excelentes habitaciones de ambiente familiar. La tarifa incluye desayuno. Cuenta con 15 habitaciones con TV Led, wi-fi y baño cabinado con agua caliente.
¿Dónde tomarse un buen café?
Café Saturia | Calle 5 N 4-27. Calle del poeta
Café Saturia o República del Café es una empresa jericoana promotora y comercializadora de cafés especiales los cuales son producidos en el municipio. Este lugar ofrece una experiencia tranquila y propicia el encuentro en un espacio que alberga algunas obras plásticas de artistas locales.
¿Dónde desayunar?
La Terraza es un corredor de cafés tradicionales. Privilegia una mirada amplia sobre su parque y actividad comercial.
La Ceiba | Carrera 4b 9c No. 6-40
Esta cafetería y panadería es uno de los lugares tradicionales y más emblemáticos de La Terraza. Ofrece una amplia oferta de repostería y comida tradicional.
Bendito Café | Carrera 4b
Es una charcutería con una amplia carta de cafés, repostería, quesos y vinos. Además ofrece planchas de carnes, desayunos y comidas rápidas.
¿Dónde almorzar?
Restaurante Tierra Santa | Calle 7 No. 5-22
Tierra Santa es un restaurante que tiene la más amplia carta de comida tradicional antioqueña. Su amplio menú incluye desde lo más básico hasta lo más gourmet; entre sus productos se encuentran: sopas, bandejas típicas, cazuelas, planchas de carnes, pescados, comidas rápidas, bebidas y licores (como aperitivo).
¿Dónde cenar?
Isabel café bar | Calle 5 con carrera 5. Calle del poeta
Este restaurante presenta una oferta de cortes de carne angus brangus. Además ofrece un agradable espacio decorado con mueblería vintage.
Tomatittos Pizza & Parrilla | Carrera 5 No. 6 – 47
Sus preparaciones incluyen barbacoa, hamburguesas y comida vegetariana. Entre sus productos especiales está la ensalada de camarones y palmitos, la ensalada del chef y la ensalada griega.
Dulces o postres tradicionales
Pizzería de Jose | Calle 6 No. 5-64
Esta tienda, además de pizza, ofrece uno de los postres tradicionales del municipio: el Postre jericoano. La familia dueña de este lugar de más de 15 años tiene una compleja receta que ha sido transmitida por generaciones desde los años 30. El postre consta de una preparación de papaya madura con piña y coco, brevas caladas en panela, arequipe, papaya verde calada en panela, en una elaboración artesanal.
Panadería Valle | Sector Rondinela
Es la panadería más tradicional de Jericó. Fue abierta a mediados de los años 30 y tiene la reconocida Luisa jericoana. Productos como el pandequeso, las cucas y pasteles de guayaba son horneados en leña.
Museos
Maja | Calle 6 con calle 7 No. 6-60
Este es un museo arqueológico y de arte. Cuenta con un poco más de 2.000 piezas precolombinas y muestras mensuales de artistas nacionales e internacionales. Algunas de las exposiciones más importantes que ha tenido este museo son las de Luis Caballero, Manzur, Andy Warhol, entre otras.
Museo de Arte Religioso | Parque principal, bajos de la Catedral
Este lugar alberga una colección de unas 740 piezas entre antigüedades de orfebrería, textiles, esculturas, grabados, dibujos y pinturas; además de su colección de ornamentos y objetos sagrados.
Centro de Historia de Jericó
Este espacio fue fundado en 1973 con el propósito de conservar y acrecentar el patrimonio cultural además de poseer el repositorio histórico de este municipio, de lo cual hace parte una biblioteca de autores jericoanos de literatura y una pinacoteca de personajes que han sido importantes para su historia.
Caminatas ecológicas y deportes extremos
Las Nubes
El Parque Natural Las Nubes es una zona de reserva ecológica ubicada aproximadamente a 2.250 m.s.n.m. que aún conserva buena parte de la biodiversidad local no solo de aves, sino de primates. Desde allí es posible ver el cañón del río Cauca.
Ecoland | 1 Km antes del casco urbano de Jericó
Ecoland es un centro turístico enfocado en el turismo de aventura y turismo ecológico. Su objeto es brindar una experiencia integral a sus clientes. Ofrece servicios de vuelo parapente con piloto certificado y disponibilidad de pista. Además ofrece otras opciones: tour del café, avistamiento de aves y monos aulladores, recorrido por diferentes cascadas, tardes de sol en fincas del municipio, picnic, camping y restaurante.
Guadalajara de Buga, un milagro por descubrir
Como la notas cortas de viaje, como las de un cuaderno, de una bitácora, este es un apunte sobre Guadalajara de Buga en el Valle del Cauca.
Por Lizeth Morelos
Sube tres cuadras, a mano derecha voltea, de ahí sube tres cuadras más y apenas vea una ventana medio abierta, queda de ahí a dos cuadras más… Si a usted le están dando estas indicaciones quiere decir que usted ha llegado a Guadalajara de Buga, una ciudad adornada por casas antiguas que tiene historias en cada esquina y un interesante pasado por contar. Muchos la conocen porque han ido a pedirle al milagroso algún favor o han escuchado decir “voy a ir a cumplir una penitencia a Buga”; pero, ¿realmente conocemos qué hay más allá del turismo religioso?
Yo no conocía Buga y debo aceptar que la única referencia que tenía de esta ciudad era la basílica. Pero al llegar y ver este paraíso que sobrevivió a un terremoto en el año de 1977 y a una toma guerrillera en una de sus veredas por el frente 5 de las Farc me hizo sentir admiración por cada calle que cruza esta gran ciudad, escuchar cómo con orgullo reviven las anécdotas de sus fundadores, me puso a pensar que los bugueños aman cada pedacito y rincón que los representa.
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“El bobo amarrado al papayo”: sobre esta expresión cuentan que las familias adineradas de la época, para no perder su pureza y riquezas, se casaban entre ellos mismos; esto generó que los descendientes nacieran con problemas genéticos y a algunos, dicen, tocaba amarrarlos a un papayo por tener problemas de conducta agresiva. Así como esta expresión se escuchan otras como “La dirección bugueña”, que la mencionamos al inicio de este texto y “El paseo bugueño”, conocida por aludir a reuniones donde las mujeres van por un lado y los hombres por otro.
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Su gastronomía busca que las familias se reúnan en la mesa a compartir una deliciosa chuleta que le da la vuelta a la bandeja, acompañada de papas fritas y arroz por montó, se invita a repetir y se demuestra que donde come uno comen tres con un sabor que es representativo de Guadalajara.
Tesoros escondidos como la Casa Lago El Manantial ubicada en la vereda Alaska, te hacen soñar y querer volver y permanecer en este lugar, donde Don José construyó su casa encima del agua cristalina en una estancia acompañada de silencio, recibiendo a propios y visitantes que deseen dejarse envolver por la magia y calma que irradian así se mire de lejos.
Esta es Guadalajara de Buga, la ciudad señora, la que sueña, la orgullosa esa que todos los días trata de ser mejor y mostrarle al mundo su majestuosidad.
Urrao | Biodiversidad multicolor
En Urrao se ubica uno de las estrellas hidrográficas más importante de la Cordillera occidental. Se trata del Páramo de Sol, donde además de la amplia presencia de aves, en especial de colibríes, así como la de ranas y de mamíferos, se destaca la del oso de anteojos (Tremactos ornatus). Este gran ecosistema inicia en los 2.600 m.s.n.m. y finaliza en los 4.080 m.s.n.m., erigiéndose como uno de los lugares más altos de Antioquia.
Este municipio cuenta con el Parque Nacional Natural Las Orquídeas que alberga los colores, las formas y los aromas de gran una gran cantidad de especies de orquídeas para su conservación.
La comunidad embera y sus tradicionales Fiestas del Cacique Toné, a finales de junio, resaltan el espíritu de libertad y rebeldía heredado del legendario líder indígena Cacique Toné.
Su gastronomía está llena de sabores como el típico Queso dulce y la granadilla, fruta emblemática de la región.
Planea tu viaje a Urrao a través de esta guía y recibe los mejores precios en hoteles y en planes de recorridos ecológicos y de aventura. Viaja por tierra o vuela en avión y en 20 minutos descubre el valle del río Penderisco en una experiencia plena de bellos paisajes.
¿Dónde hospedarse?
Flores del Paraíso | Carrera 30 No. 30-51
Este hotel cuenta con 38 habitaciones, 2 suites y servicios de internet wi-fi, televisión por cable, recepción 24/7, turco y restaurante.
Hotel Parque Orquídeas | Calle 30 No. 30 – 26. Parque principal
El Hotel cuenta con 18 habitaciones en acomodación de pareja y múltiple. Dotadas con baño independiente, agua caliente, TV LCD, señal de cable, servicio de wi-fi y parqueadero.
Allí podrá disfrutar de la más hermosa vista hacia el Parque Rafael Uribe y de dos salas donde admirar una hermosa galería de fotografías de orquídeas del Parque Nacional Natural Las Orquídeas, ubicado en este municipio.
Hotel Colonial | Carrera 30 No. 29 – 24. Parque principal
Cuenta con 35 habitaciones para acomodación sencilla, múltiple y apartasuite. Cuentan con baño privado, agua caliente, TV, señal de cable, Minibar, wi-fi y hermosos corredores coloniales y jardines.
Finca Hotel Las Araucarias | A 5 kilometros antes de la cabecera municipal
Es un lugar campestre ubicado en el corazón del valle del Penderisco; un sitio rico en biodiversidad, paisajes mágicos e historia. Ofrece todas las comodidades para una estadía placentera de recreación y descanso. Tiene servicios de piscina, turco, bar y restaurante. Además, permite elaborar diversos planes tanto ecológicos como de recreación como la excursión a la Reserva del Colibrí o rutas a caballo.
¿Dónde tomarse un buen café?
Café del Paraíso | Parque principal
Su tienda está ubicada en el parque principal de Urrao. Esta empresa promueve la cultura del café en los más jóvenes a quienes se les vincula en programas educativos desde la siembra del café, su labranza, hasta su producción, acompañados por la Federación Nacional de cafeteros.
Dulces o postres tradicionales
Quesera Guzmanes | Calle 27 No. 30-49
Esta tienda de dulces tradicionales de Urrao ofrece especialidades como el queso quemao, el queso dulce envueleto en guasca y una variedad de arequipes.
Museos
Casa de la Cultura “Luis Hernán Vásquez Duque” | Carrera 31 No. 24-06
La Casa de la Cultura “Luis Hernán Vásquez Duque” tiene en su amplia oferta cultural los siguientes procesos: danza, teatro, artes plásticas, biblioteca, escuela de música, arqueología, grupos de vigías del patrimonio, con una proyección a los distintos géneros poblacionales y una riqueza cultural enfocada en las tres etnias que lo catapulta como uno de los destinos obligados en el departamento de Antioquia.
Caminatas ecológicas y deportes extremos
Paraíso Viajes y Destinos | Calle 27 No. 30 – 43
Esta agencia de viajes ofrece apoyo apoyo profesional a los visitantes del municipio de Urrao con el fin de que estos disfruten de una experiencia diferencial y segura. Entre sus servicios se encuentra un plan completo de aventura, cultura y descanso.
Algunos de los lugares que integran su plan son:
– 1- Páramo del sol.
– 2- Reserva Colibrí del sol.
– 3- Miradores Jaipera, Aeropuerto, Peseta, Cristo Rey y Cruz del Indio.
– 4- Cascadas de la Honda.
– 5- Ruta agroturistica por los cultivos de Guapantal.
– 6- Paseo en el Río Penderisco.
– 7- Cabalgata Ecológica La San José.
– 8- Rappel en las peñas del Peseta.
– 9- Pesca en las trucheras.
– 10- Recorrido histórico en el casco urbano.
Esta agencia, además, ofrece el servicio de transporte aéreo Medellín – Urrao – Medellín. Los vuelos se hacen en el avión bimotor CESSNA T303 desde el Aeropuerto Olaya Herrera en la ciudad de Medellín, la duración del vuelo es de 20 minutos los días sábados y lunes.
Guatapé | El gran lago en las montañas
Guatapé es un municipio de subregión del oriente de Antioquia. Su cabecera está a 79 kilómetros de la ciudad de Medellín.
El municipio posee muchos apelativos por su desarrollo económico, especialmente turístico, a partir del conocido “Embalse Peñol-Guatapé”. Otros apelativos que ha recibido son “Remanso de Paz”, “Corazón del Oriente Antioqueño”, “Mar Interior de Antioquia”. Las fachadas de sus casas son coloridas, adornadas con tradicionales zócalos. El malecón ofrece una amplia oferta gastronómica, una hermosa vista sobre el embalse.
¿Dónde hospedarse?
Hotel El Descanso del Arriero | Calle 30 No. 28 – 82
Los huéspedes pueden disfrutar del bar del hotel. Hay aparcamiento privado gratuito disponible en el sitio. Cada habitación está equipada con un televisor, wi-fi gratuito y baño privado con ducha. Cuenta con un salón y tiendas compartidas en la propiedad. Puede participar en diversas actividades, como paseos a caballo, pesca y senderismo.
Hotel Zócalo Campestre | Calle 30 No. 28 – 82
Está ubicado a 200 metros antes de la entrada principal a la piedra y a la estación de gasolina, a 3 minutos del casco urbano del municipio de Guatapé.
Tiene 16 cabañas inspiradas en las tradiciones y cultura de Guatapé, considerado uno de los pueblos más turísticos y coloridos del mundo.
Cuenta con 5 cabañas familiares (con capacidad máxima de 4 personas), 11 cabañas tipo suite (con capacidad máxima de de 3 personas), y 6 habitaciones en la casa principal para grupos, para disfrutar de la comodidad y el confort en tus días de descanso.
Hotel Pietrasanta
Ingresando en lancha desde Guatapé, en medio de la reserva natural se encuentra este hotel rodeado de bosque y y del agua cristalina del lago. Ofrece una experiencia diferente: de paz, naturaleza y relajación donde se puede disfrutar de playa, kayaks, botes de remo, pesca, kiosko de hamacas, salón de juegos, tour en el planchó, masaje relajante y spa, cenas románticas, caminata ecológica guiada. Cuenta con 14 cabañas con espectacular vista al lago.
Cabañas Flotantes: Suspendidas en el lago, y rodeadas de agua y bosque se convierten en el mayor atractivo del eco hotel por ser una experiencia única y diferente para parejas y familias.
Cabañas Bungalow: Cerca al bosque con vista al lago, una opción para parejas que buscan privacidad y romanticismo.
Cabañas Chalet: Ideal para familias o grupos de amigos, están más cerca al lago, la playa y las áreas comunes del eco hotel.
¿Dónde tomarse un buen café?
Café La Viña | Calle 32 No. 31-23
Su producto principal es el café de diferentes orígenes y fincas. Se encuentran preparaciones como espresso, late, capuccino, americano, moca y mocaccino.
Black Hole Café | Calle 31 No. 29-04
Ofrece café espresso de origen local, té colombiano de hoja suelta, pastelería hecha en casa. Además se encuentran productos como: Affogato (espresso doble, helado de vainilla y amaretto), cold brew con leche, cappuccino, cheesecake de frutos rojos, y muffin de amapola y naranja.
Kaffa Café Bar | Plazoleta de los Zócalos No.30-34
Este lugar tiene una amplia variedad de productos elaborados con café cultivado en el mismo municipio.
El Patito Modosito | Calle 31 con Carrera 29-52
Entrega a sus clientes una productos como café, postres y merienda. Es un agradable sitio para comer y pasar un rato acompañado de música, humor y buen ambiente.
¿Dónde desayunar?
Guatacrep’s | Calle 31 No. 27-58
En este lugar es posible encontrar crêpes francesas saladas, vegetarianas, dulces, mermeladas caseras, pan francés artesanal , panes de chocolate, lasagnas con pastas frescas, quiches lorraines y vegetarianas, pizzas y sándwich.
¿Dónde almorzar?
La Fogata | Carrera 30 No. 31-32. Frente al terminal de transporte
Este restaurante ofrece parrilla y comida típica. Otros productos de su carta son las costillas BBQ, trucha marinera, filet mignon y asados al carbón. Tiene vista panorámica al malecón.
Al carbón Parrilla | Calle 32 No. 28-71, local 02
Ofrece diferentes platos elaborados al carbón. Sus productos son carne angus, pescados, hamburguesas, costillas BBQ, baby beef opciones vegetarianas y vinos.
Ramé Cocina Artesanal | Carrera 26 No. 31B – 26
Propone una cocina artesanal como una propuesta gastronómica fresca. Un espacio pensado para un momento tranquilo rodeado de detalles coloridos con su decoración vintage.
Invita a difrutar de la “slow food” como una apuesta de cocina consciente, donde todas nuestras creaciones se preparan con ingredientes naturales, sostenibles, sanos, con opciones vegetarianas y veganas. Los platos son livianos bajos en grasa, sal y azúcar, sin conservantes ni productos refinados con un toque especial de aceites de primera presión en frío, hierbas y especias.
Hecho con amor Deli | Carrera 27 a No. 30-71
Tiene una carta con productos como hambuergesas veganas, wraps y empanadas vegetarianas; además sopa de minestrone, quiche de verduras asadas; ensalada de quinoa, cheesecake de maracuyá; torta de limón y zucini, brownies (veganos) de chocolate y banano y barras de Avena y nueces (veganas y sin azúcar).
¿Dónde cenar?
Thai Terrace | Carrera 22 No. 29B-29
Este restaurante tiene vista al lago y las montañas que lo rodean. Ofrece platos de la comida tailandesa y sabores del sureste de Asia como el curry rojo y opciones vegetarianas, además de vinos chilenos y mojitos.
El muelle Resto Bar | Sector el Malecón
Es un bar flotante que propone un espacio para compartir con amigos y familia de bebidas nacionales e internacionales y el delicioso sazón argentino.
Dulces o postres
Dulces de Guatapé | Calle 29 No. 23C – 32
Ofrece productos elaborados sin químicos ni conservantes como: panelitas de arequipe con coco, bocadillo de uchuva, de tomate de árbol y con arequipe, jalea de guayaba y arequipe con coco y maracuyá.
Caminatas ecológicas y deportes extremos
Hotel Manantiales del Campo y Hang Glide Colombia | Km 15 entrada por la Central Hidroeléctrica de Guatapé. Vía Guatapé – San Rafael (El Playón Vereda Peñoles)
Ofrece vuelos en ala delta que permiten ver tanto la represa como sus islas y todo el colorido del municipio. El viajero está siempre acompañado de un piloto profesional durante un vuelo de alrededor de 12 a 15 minutos. El hotel cuenta con todos los permisos y certificados de seguridad.
Una mirada a un Jericó nocturno y lluvioso
Kevin Santiago Durango nos regala esta maravillosa producción donde en un recorrido nocturno por una Jericó lluviosa y anquilosada en el frio, su lente nos muestra hermosas estampas que en el transcurrir del tiempo no vemos.
Kevin Santiago Durango nació en la ciudad de Kanzas City Mo y se educó en Canadá donde se graduó como fotografo profesional en el Niagara College de St Catherines ON Canadá y al contrario de muchos jóvenes identificó a Jericó como su sitio de residencia.
El lente de Kevin ha estado en diversas partes del mundo capturando imágenes, inmortalizando el tiempo con un solo click.
En esta producción pretende mostrar lo que quizas nadie suele ver en una noche lluviosa y fria de este Jericó maravilloso.
Jacom La Revista les comparte su trabajo y sus redes @kevindurangophotography @kevin.s.durango. En horabuena
Las dos casas
A Jericó se lo está tragando la tierra. Las casas, de puras tristes al ver que los de siempre ya no están, se niegan a resistir el paso del tiempo y cada vez son más los lotes vacíos, invadidos por escombros y un pantano que se extiende hasta las calles. Mi jardín era el jardín más lindo de Antioquia y de tanto polvo que entra de la calle las flores hicieron huelga y se rehúsan a salir. ¿Sí ve ese plástico blanco que rodea la cocina? Esa cocina no es ni cocina, es en esencia un corredor de madera donde corría dichosa cuando era niña, bordeando con mi visión las montañas del fondo. A los ocho años no hay forma de trazar un límite entre una misma y lo otro, ahora camino por mi propia casa y a la mitad la encuentro intrusa, interponiéndose entre mi memoria y el mundo. Donde antes había una mata ahora hay un balde con pintura. Donde antes mamá colgaba fotos y porcelanas ahora hay un remedo de pared y una escalera a la espera. Atrévase a salir a la calle, en todas partes es lo mismo: Jericó tambaleando ante la ausencia de los suyos y abriendo baches (que después llenan con cemento) ante la presencia de los que quieren “innovarse”. Mi esposo tiene la misma tienda desde hace quién sabe cuánto y ese cerro de poncho que crece junto a la puerta es mi papá, el mismo que compró esta casa en el ‘79. Si me recuerdo en esa época… Si me recuerdo de niña paseando por la casa, mi figura se destraza y se pierde al cruzar la parte nueva. Si la memoria se edifica junto a los recuerdos más grandes, en esta casa he vivido mi mejor vida y por eso me contiene toda. A veces cuando me nostalgio me da por contarle a mi hija. Ella está muy contenta con el cambio, le gusta la nueva casa, piensa que es moderna y bonita. Yo pienso en el corredor de madera, en la vista, en mis flores. Le digo que donde antes era el corredor por lo menos deje una ventana que me sugiera el viejo paisaje. Y dizque sí, van a poner la ventana, pero no sé… El mundo avanza sin parar y me toca decirle a los recuerdos que sigan creciendo, pero hacia adentro. A esta casa que soy no la tumba nadie. Fíjese usted en ese brote de orégano en el patio, él es el único sobreviviente. Como él, yo también me resisto al olvido. Aquí sigo.
Jaime y las rosas
Porque las noches eran largas; porque los días de las noches eran lentos.
La tierra estaba más obscura porque faltaban las estrellas en el cielo.
El manantial de donde brota la luz que alumbra el corazón estaba seco.
El centro de la imagen es un jardín sostenido por las manos. Entre los dedos, pájaros que llegan veloces a traer secretos de Las nubes, secretos que usualmente vienen en forma de agua clara y fría de la cima del mundo. En el corazón de las manos reposa un manantial, ¿es ese el manantial de donde brota la luz que alumbra mi corazón? ¿Alguno de mis órganos internos se ha muerto? El manantial se ha secado. A las flores les cuesta abrir sus puntas desde que Jaime no ha vuelto. Llegan mensajeros humanos de lugares lejanos, mensajeros citadinos sin respuesta. Hay otras manos que también las riegan: unas de hombre, otras de mujer y otras de mujer pequeña. Las cuidan, las riegan, les escuchamos hablar y jugar (a veces), del otro lado, del piso de arriba, pero ya no entre nosotras y no demoran mucho acá abajo, pues las puertas del primer piso mantienen cerradas desde que Jaime no está.
Las rosas, sedientas de rocío, inclinan sus largos cuellos para beber del manantial de azulejos que no hace más que suspirar aire seco. Las veo retraerse en un movimiento preciso y lento: hacen complot entre ellas, se enredan y tiemblan. Si acallo las conversaciones cercanas (la hija de Jaime habla de un hospital en Medellín, mientras acerca a su hija con los brazos), puedo escuchar su murmullo titilante. Cada flor tiene una voz propia y en cada voz intuyo un lamento que, aunque diminuto acorde a su tamaño, se acrecienta al hacerse conjunto, al nacer en cada una de las ramas y las hojas y las flores y las plantas que han visto crecer a Jaime y que han crecido gracias a las manos del mismo. Las plantas rastreras de hoja pequeña, por ágiles y silenciosas, han sido asignadas para la honorable tarea de alcanzar a las flores de arriba, colgadas en capachos sobre el corredor de madera.
Cuando las habitaciones quedan vacías de esperar y recién han llegado noticias de pasos nuevos, el viento ayuda a que las hojas puedan preguntarle a las flores si lograron escuchar qué se ha sabido de Jaime, de la humanidad de Jaime o más importante todavía, de las manos de Jaime, conectadas (según noticias viejas) a horribles maquinarias de cables eléctricos y pulsos de sonidos extraños. Las flores se ocultan, derraman sobre el jardín de abajo algunos pétalos, se contraen y se abren para responder: aún nada. Al rosado que las enciende le asoman algunas manchas más claras y cuentan que aparentemente no tiene que ver con las manos, sino con la cabeza. A Jaime le duele el estambre y por eso no puede volver. Al parecer una enfermedad del estigma que aún no logran nombrar, alguna plaga de mosca blanca que le absorbe la vida o alguna oruga que sale por las noches para comerse sus pocos pétalos. La enredadera se retrae lentamente, se despide con un Entiendo y pasa la información a sus hojas más bajas y pequeñas, hasta que puede llegar al primer piso, propagándose por el jardín. Las rosas son las primeras en derramar su rocío. Los listones se hacen curva hasta rozar casi los adoquines. Las Gloria de la mañana se achiquitan y se cierran, aun cuando es de día y el sol brilla sobre ellas. Al pasar los días, las flores —sin embargo— esperan. Atraen mariposas, grillos, abejas, cucarrones, moscas y casi cualquier cosa que sirva de sorpresa a Jaime para cuando vuelva. El manantial de donde brota la luz que alumbra el corazón de la casa permanece seco, se niega a derramar una gota hasta que éste regrese. Los pájaros siguen filtrándose entre los dedos —de una mano que se cierra cada vez más y de a poco— procurando traer algunas gotas de lluvia desde Las nubes, no vaya ser que el jardín se seque sin ver a Jaime una última vez.